142. ¿Por qué dejo las redes sociales?

Todas las cosas nos son ajenas; solamente es nuestro el tiempo. De esta única cosa nos puso en posesión la naturaleza, pero es tan ligera y resbaladiza que nos la puede quitar cualquiera

Cuando empecé con este proyecto una de las primeras cosas que hice fue abrirme cuentas en Facebook, Google+ y luego Instagram (Twitter ya la usaba). Me parecen muy buenas herramientas para contactar con otras personas y ayudar a compartir con más gente mi contenido. Hasta ahí todo perfecto. El problema viene cuando te das cuenta de que pierdes demasiado tiempo consultando las redes sociales.

Hace no mucho tiempo os hablaba de estrategias para sacar tiempo, decía que sí que tienes tiempo, lo que pasa que priorizas unas cosas frente a otras. Mientras preparaba el contenido iba cogiendo cada vez más sentido la idea de dejar las redes sociales, idea que ya llevaba tiempo rondándome la cabeza.

Quiero compartir con vosotros las razones que me han llevado a tomar esta, quizá drástica, decisión porque creo que encierra mucho más significado del que a simple vista pueda parecer. Más que para dar explicaciones de cómo un proyecto online desaparece de las redes sociales, para que os sirva para reflexionar sobre ello. No pretendo que también dejéis las redes sociales, pero sí que os planteéis qué os dan y que os quitan.

Ha sido una decisión tomada hace ya tiempo con el corazón, y además que tiene sentido si la analizamos desde la razón (al menos para mí).

Visto desde fuera

En casa a veces jugamos a que alguien imita a uno de nosotros y los demás tenemos que adivinar quién es. Un día una de mis hijas se puso en cuclillas haciendo que miraba el móvil. Por supuesto era yo, según ella «cagando mientras miraba el móvil». Al menos espero que se le quede la parte de ir al baño en sentadilla profunda 🙂 Pero además me dijo: – Es que siempre estás mirando el móvil.

Eso me hizo pensar y mucho. Si estoy fuera de casa no lo suelo mirar, pero cuando estoy en casa aburrido es cierto que miro con demasiada frecuencia si alguien le ha dado un «me gusta» en una publicación de Facebook o de Instagram. Las redes sociales están hechas para eso, para engancharte.

¿Cuánto tiempo cada día pasas en las redes sociales? ¿Cada cuánto consultas el móvil?

Hay un montón de aplicaciones (Time Saver, Block…) que te dicen cuántas veces has mirado el móvil y cuánto tiempo al día has pasado viendo cada aplicación, además te permite bloquear ciertas aplicaciones durante franjas horarias concretas.

Yo instalé una de ellas y un día como no me dejaba acceder a lo que quería ver, me la desinstalé. Me sentí muy yonki y me acordé de algo que hice hace años…

Muerto el perro, se acabó la rabia

De chaval jugaba bastante con el ordenador. Me gustaban sobre todo los de estrategia, en concreto jugaba bastante al Age of Empires, uno de civilizaciones. Un día acabé una de las partidas y este juego cuando terminabas te decía las horas que te había llevado ganar (o perder) la partida en cuestión. Ví que había estado jugando 18 horas, no seguidas, pero sí en un periodo de dos días. Vi tal pérdida de tiempo, que saqué el CD del ordenador, lo partí en dos y lo tiré a la basura. Desde entonces no he vuelto a jugar al ordenador.

No es algo de lo que me sienta especialmente orgulloso, ni quiero dar la impresión de que esos juegos son malos, pero si no soy capaz de controlar algo, la mejor forma de hacerlo es cortarlo de raíz.

Prueba a desconectar

La decisión estaba prácticamente tomada, pero no me decidía a ejecutarla. La semana pasada probé un par de tarde a dejar el móvil en modo avión. Tuve tiempo para leer, escribir, pensar, no pensar y jugar con las crías. En dos ratos largos había pensado más que en un mes entero.

Hoy en día no existe el aburrimiento. Si vas a una sala de espera es raro ver a alguien mirando al infinito, está todo el mundo mirando una pantalla iluminada, ya no nos permitimos tiempo para reflexionar. El otro día después de comer y acabar de revisar las redes sociales miré a mi abuelo y estaba ahí sentado tan tranquilo, aparentemente sin pensar en nada y sin la necesidad de distraerse con nada. Joder, yo creo que he perdido esa capacidad.

Parece una chorrada, pero sentí que estaba dejando de entrenar el músculo más importante, el cerebro. No en el sentido de calcular o pensar en modo trabajo, sino de reflexionar o pensar a un nivel más alto de concentración. El tener el acceso fácil y la recompensa fácil de las redes sociales en la mano dificulta mucho que te pongas a hacer algo que requiere más esfuerzo.

El haber notado cómo me había aprovechado tanto las dos tardes que pasé desconectado, me empujaron a dar el paso definitivo.

¿Qué dicen los sabios?

Para terminar, quiero compartir con vosotros dos reflexiones de dos grandes sabios, uno contemporáneo nuestro que nos dejó hace poco y el otro que vivió hace 2.000 años, un estoico del que aún podemos aprender mucho a día de hoy. Son para mostraros la importancia de vuestro tiempo.

Escuché una vez decir a Jose Luis Sampedro, – ¿Cómo que no tienes tiempo? Tiempo, es lo único que tienes.

Así que elige bien en qué lo gastas. El otro día un buen amigo me preguntó por qué me había dejado de hacer una actividad que no me motivaba demasiado. Le dije: – No tengo tiempo. Y enseguida corregí: – Sí, tengo tiempo,pero prefiero emplearlo en otras cosas.

Y ahora os dejo con Séneca, es un fragmento corto de las cartas a su amigo Lucilio (Este conjunto de cartas son algo así como la Biblia del estoicismo):

Nos arrebatan parte del tiempo, nos lo sustraen o lo dejamos perder. La peor de todas estas pérdidas es la que ocurre por negligencia propia; y, si atentamente lo consideras, verás que se emplea considerable parte de la vida en obrar mal, mayor aún en no hacer nada, y toda en hacer lo contrario de lo que se debía.

¿Quién me presentarás que dé su verdadero valor al tiempo? ¿que aprecie el día? ¿que comprenda que diariamente se acerca a la muerte? Nos engañamos al considerar que la muerte está lejos de nosotros, cuando su mayor parte ha pasado ya, porque todo el tiempo trascurrido pertenece a la muerte.

Emplea bien todas las horas, y menos necesitarás del porvenir, cuanto mejor trabajes en el presente. Mientras nos detenemos, trascurre el tiempo. Todas las cosas nos son ajenas; solamente es nuestro el tiempo. De esta única cosa nos puso en posesión la naturaleza, pero es tan ligera y resbaladiza que nos la puede quitar cualquiera; y tal es la necedad de los hombres, que agradecen las bagatelas que se les conceden y por nada cuentan el tiempo que se les ha dado y sin embargo es una cosa tan grande que ni el más generoso podría pagar jamás.

Me preguntarás tal vez qué hago yo que tales consejos te doy. Confesaré ingenuamente que obro como los que viven en el lujo, pero con economía: llevo cuenta de mis gastos. No puedo decir que no pierdo nada, pero diré cuánto y cómo pierdo; es decir, daré cuenta de mi pobreza. Te deseo, sin embargo, que conserves lo poco que tienes, y que comiences desde temprano; porque, como decían nuestros mayores, inútil es la economía cuando no queda ya nada. Lo que queda en el fondo no solamente es poco, sino que además es malo.

Séneca, Carta a Lucilio «Del uso del tiempo«.
Del libro Cartas de un Estoico.

Reflexión final

Esto de las redes puede ser aplicable a cualquier otra rutina que hacemos por defecto. Hace poco comenté que hace años que no veo la tele (más allá de cuando voy a casa de alguien o en el parque), pero me dí cuenta de que estaba haciendo algo que me hacía perder el tiempo igual o más. Repito, no pretendo que dejes las redes sociales, sólo que te preguntes si realmente te aportan más de lo que te quitan. En mi caso lo tengo claro.


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