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Hemos escuchado una y mil veces, que al tomar una comida alta en hidratos, nuestros niveles de azúcar en sangre se elevan y, por tanto, la insulina. Provocando que esos carbohidratos se almacenen en forma de grasa.
Aunque esto parece bien explicado, detrás hay mucho más y tengo que decirte, que la insulina no te hace engordar. Lo que hace que nuestro cuerpo almacene un exceso de energía en forma de grasa, es precisamente una diferencia entre lo ingerido, cómo nuestro cuerpo aprovecha esos alimentos y el gasto energético, que va desde el mantenimiento de nuestras funciones (la mayor parte) hasta el que producimos con el ejercicio (una parte mucho menor).
La energía ni se crea, ni se destruye, se transforma. Lo que no significa que seamos máquinas y nos comportemos como tal. Si tenemos algo de sobrepeso y consumimos una dieta alta en carbohidratos refinados y azúcares hará que comamos más de lo que nuestro necesita y por tanto, almacenaremos ese exceso en forma de grasa. Pero eso no está por encima de las leyes de la termodinámica, sino que nuestro comportamiento ante estos alimentos es diferente respecto a otros. Además de que hidratos de carbono más refinados son más propensos a almacenarse como grasa que los provenientes de verduras y hortalizas.
Complejo tema en el que quiero aportar un poco de luz. En esta primera parte vamos a ver qué es lo que pasa en nuestro cuerpo cuando comemos hidratos de carbono, cómo asimila esa glucosa, cuándo se libera insulina y cuándo no, etc.
Pero antes de pasar a ver qué es lo que pasa con los carbohidratos, deberíamos puntualizar. Cuando escuchamos esa palabra pensamos en pasta, pan y galletas. Pero las verduras, hortalizas y frutas también son principalmente carbohidratos, de los buenos, de los no refinados. (En otra ocasión hablaremos veremos las diferencias entre los distintos tipos).
¿Qué ocurre cuando comemos carbohidratos?
Depende del tipo de carbohidrato. Los almidones (patata, arroz, pan) empezarán a descomponerse en la boca y en el estómago, pero todos acabarán por ser convertidos a glucosa en el intestino. La sacarosa (el azúcar blanco) será transformado en glucosa y fructosa a través de la sacarasa. La lactosa, en galactosa y glucosa por medio de la lactasa, etc. Todas estas enzimas que acaban en «-asa», son las tijeras que son capaces de romper estas moléculas complejas en formas más simples para poder ser asimiladas por nuestro organismo. Su carencia hace podamos ser intolerante a algún tipo de estos azúcares, por ejemplo, si carecemos de la enzima lactasa (la tijera que corta la lactosa) nuestro organismo no será capaz de digerirla.
Mención especial requiere la fructosa, que va directamente al hígado. (Si quieres saber más sobre este tipo de azúcar echa un vistazo al artículo: La fructosa en los alimentos). El resumen, el de siempre: come alimentos, no productos. No hay problema con la fructosa de la fruta, sí hay problema con la fructosa contenida en bebidas azucaradas, azúcar de mesa y otros productos aliñados.
Para hacer el ejemplo más sencillo de entender pongamos que nos comemos una patata cocida. En la boca empezaremos a descomponer ese almidón en azúcares simples, luego continuaremos en el estómago. A ello nos ayudará las vitaminas del grupo B que tiene la propia patata (una vez más: ¡come alimentos! la Naturaleza sabe lo que hace). Y de ahí pasará al intestino delgado donde pasará a la vena porta camino del hígado, ya dentro del torrente sanguíneo, en forma de glucosa.
Del intestino a los órganos: Cómo aborbemos la glucosa
Del intestino delgado va directamente al hígado a través de la vena porta. De ahí al corazón a través de las venas hepáticas y la vena cava inferior. El corazón lo bombea por diferentes arterias al resto de órganos.
Todos y cada uno de estos órganos expresan GLU1 y GLU3, que son transportadores de glucosa que no responden a la insulina. Esto hace que con niveles de glucosa normales (en ayunas) la glucosa llegue a todas y cada una de las células de cualquier órgano o tejido en la cantidad que lo necesite. Y este es el motivo por el que no morirás sino desayunas.
Sino recibimos una carga alta de glucosa con GLU1 y GLU3 nos apañamos, no necesitamos insulina y no entran en juego otros transportadores.
¿Qué pasa después de una comida alta en hidratos?
Cuando sube la glucosa en sangre después de una comida alta en carbohidratos y liberamos insulina es por lo siguiente.
El hígado expresa GLU2 (aparte de GLU1 y GLU3). Pero sólo lo hace ante altas cargas de glucosa, para no provocar una hipoglucemia, es decir, una bajada peligrosa de los niveles de glucosa en sangre. Con GLU2 cogemos la glucosa extra y la almacenamos en el hígado en forma de glucógeno hepático.
Ante una alta carga de hidratos, lo primero que haremos con esa glucosa extra, será rellenar las reservas de glucógeno del hígado, que es el que primero está en el circuito.
¿Y qué pasa después de rellenar el glucógeno hepático?
La glucosa sigue el camino que vimos antes. Del hígado al corazón y de ahí a los diferentes órganos y tejidos. Vamos a separar éstos en 3 categorías:
- Músculos
- Grasa
- Pancreas
La glucosa a niveles normales será utilizada por estos tejidos a través de GLU1 y GLU3, como vimos antes. Pero como venimos de una comida alta de hidratos, esta carga extra de glucosa, que nos ha sobrado (si es que nos sobra) después de rellenar el hígado estimulará el páncreas, que al igual que el hígado es capaz de expresar GLU2.
Esta expresión de GLU2 del páncreas es capaz de barrer la segunda carga extra de glucosa, liberando insulina. La insulina actúa sobre los tejidos que expresan GLU4, que son los músculos y el tejido adiposo (lo que viene siendo la panceta). Y hace que la glucosa sea llevaba a músculos y tejido graso.
Me gusta imaginar a los transportadores de glucosa como cerraduras. Las cerraduras GLU1 y GLU3 siempre están abieras. En cambio, la cerradura GLU2 sólo podemos abrirla con la llave de una ingesta importante de carbohidratos, que a su vez es capaz de abrir la cerradura GLU4 con la insulina, si hemos abierto previamente la cerradura GLU2 del páncreas.
Resumen
GLU1 y GLU3 funcionan con niveles de glucosa normales. Sólo activamos GLU2 ante una carga alta de hidratos. Con ello primero rellenaremos el glucógeno hepático y si aún continúa habiendo una carga alta de glucosa, el pancreas también expresará GLU2 liberando insulina, que hará que ese exceso de glucosa se almacene en forma de glucógeno en los músculos o en forma de grasa en nuestra panceta.
¿Y qué es lo que hace esa diferencia entre rellenar glucógeno muscular o ponerme gordo?
En la segunda parte veremos la clave, qué hace que ese exceso de glucosa se almacene en forma de grasa o de glucógeno muscular.
Espero que este artículo te haya ayudado a entender un poco mejor cómo funciona nuestro cuerpo. Es ir un paso más allá al típico: «comemos hidratos y nuestra insulina sube», pero aún así la cosa es también bastante más compleja. De hecho, la fuente principal de este artículo es el genial vídeo en inglés de Chris Masterjohn llamado «Why Insulin Doesn’t Make Us Fat«, trata de forma más extensa y compleja la parte bioquímica de todo este proceso. Y aún así, allí tampoco se tratan todos los flecos y variables que influyen en el proceso. No es blanco o negro, low-carb o alto en hidratos, galgos o podencos, sino una bonita y completa escala de grises.