139. Duchas de agua fría (caso práctico)

Lo que no te mata te hace más fuerte,

pero tampoco hace falta fliparse

Las duchas de agua fría han demostrado ciertos beneficios en estudios: mejoras en el sistema inmune, mayor quema de grasa, ligera ayuda con la depresión, etc. Aunque si buscamos en Internet encontraremos exageraciones de estos beneficios en estudios hasta otorgarlas propiedades casi mágicas. Creo que sólo me ha faltado leer que si estás calvo y te duchas con agua fría te saldrá pelo.

Bromas a parte, hoy no voy a hablar de estudios sino de la aplicación práctica de las duc  has de agua fría. A finales del último verano empecé a ducharme siempre con agua «fría». Si alguna vez has probado lo de ducharte sin darle a la caliente y has aguantado como un campeón o no hayas sido capaz ni de meterte, quizá tu éxito o fracaso tenga mucho que ver con la estación del año en la que te encuentres y por tanto, con la temperatura del agua.

Duchas de agua fría: otro estrés positivo

Cuando hablamos de las adaptaciones al estrés y al entrenamiento, vimos que la Teoría de Selye nos decía que ante un daño nuestro cuerpo genera una respuesta de recuperación que lo hace un poco más fuerte que antes de sufrir el daño. En este caso el daño, el estrés, tiene un carácter positivo. Puede venir en forma de estrés psicológico, entrenamiento, ayuno o como es el caso que nos ocupa, en forma de ducha de agua fría.

Si seguimos con esta lógica podemos cada vez bañarnos en agua más fría hasta ser tan fuertes que podemos pasear en las noches de invierno por los campos de Burgos a 10ºC bajo cero desnudos sin mayor problema. Aunque hay individuos que podrían hacerlo , como Wim Hof (El hombre de hielo), la mayoría de los mortales encontraremos un punto dentro de esta adaptación al estrés en el que el daño, en este caso la temperatura del agua, supere nuestra capacidad de recuperación. No necesitamos llegar a morir por hipotermia o causarnos una lesión, llega un momento en que empezamos a notar que no somos capaces de recuperarnos, ya sea hablando de entrenamientos, de duchas frías o del estrés al que nos refiramos. Aquí tenéis mi experiencia.

Experiencia con duchas de agua fría desde verano a finales de diciembre

En diciembre la cosa se pone seria. La línea negra discontinua marca la temperatura a la cual ducharme todos los días (con el agua tan fría) se hacía «bola».

En verano llevo años duchándome con agua fría, la verdad que es un auténtico placer y realmente no lo considero muy estresante que digamos, más bien al revés. Pero este año me había propuesto incluir las duchas de agua fría también en el invierno. Había leído el libro del Hombre de Hielo y me había motivado bastante, no para bañarme en bolas en enero en un lago helado, pero para al menos ducharme dentro de casa sin darle a la caliente. Otras veces lo había intentado de golpe y me había echado para atrás, pero esta vez estaba decidido.

El factor determinante: la temperatura

Decir que lo más importante de una ducha de agua fría es la temperatura parece una chorrada, pero debido a las variaciones de temperatura la cosa cambia mucho. Además en pocos sitios encontré la temperatura real a la que se obtenían los supuestos beneficios de ducharse con agua fría. En sólo unos pocos estudios daba una referencia con rangos de temperatura entre los 10 y los 15ºC.

Así que para hacerme una idea objetiva de la temperatura a la que me duchaba me compré un termómetro. Es este, está pensado para comida, pero funciona de lujo para medir la temperatura del agua y también me ha venido de lujo para hacer quesos, yogur o cuajada.

Voy a separar el asunto en los tres meses que duró el experimento.

Octubre

La cosa empieza viento en popa. Es un otoño suave y las primeras mediciones de temperatura dan un valor de 24º C. A medida que va bajando la temperatura exterior y nos vamos alejando del verano la temperatura va cayendo, pero me adapto sin problema. La temperatura más baja dentro de casa está ligeramente por debajo de los 20ºC.

Me baño en un par de ríos por esas fechas con temperaturas de 14 y 12ºC. Aunque la noto más fría, me recupero bien y noto que me sienta muy bien. Hace mucho el poder tumbarte al sol a secarte 🙂

Noviembre

La temperatura sigue bajando. Dependiendo del día el agua está en torno a 13-15ºC. Espero con ganas el momento de la ducha fría. Supone un pequeño momento de reto del que sales con mucha energía. De verdad se nota que despierta. Estoy cómodo en esta temperatura. Los primeros 30 segundos suponen respiración agitada y muchas ganas de salir, pero enseguida se pasa y aguanto otro minuto y pico sin problema.

A finales de mes el agua está en torno a los 12ºC. Es a partir de este momento cuando noto que no me apetece ducharme con agua fría. Me noto como que el cuerpo me pide que no lo haga. En este momento espacio las duchas dos o tres días hasta notar que me apetece hacerlo.

Diciembre

La cosa se pone dura. Con la temperatura del agua a 10 – 11ºC sólo me estoy duchando (con agua fría) una vez a la semana y noto que me deja el cuerpo como castigado. Hago mi última ducha del año el día 28 de diciembre a 10,2ºC. A partir de aquí me deja de apetecer.

Detalles importantes

  • Las duchas eran de dos minutos. Durante los primeros 30 segundos respiras con dificultad, pero una vez que el cuerpo se adapta se puede respirar con normalidad. Lo veo como una especie de meditación. En octubre las hacía más largas porque no me suponía ningún reto llegar a los dos minutos.
  • Los rangos de temperatura a los que me sentía cómodo son personales, pero quizá te puedan servir de guía. Estoy seguro de que puedo sobrevivir duchándome a diario con agua fría dentro de casa, pero una cosa es salir de la zona de confort y otra sufrir de forma gratuita. Es una una delgada linea subjetiva la que separa ambas cosas…
  • Podía haber regulado la temperatura del agua para que saliera a la que yo quería, pero realmente me parecía un rollo estar dándole a la caliente para acabar duchándome con agua fría 🙂
  • Como todo estrés, éste llegó un punto en el que me empezaba a costarme recuperarme de él. Es algo así como un entrenamiento de burpees. Imagina que en octubre te pones a hacer 20 burpees todos los días (temperatura suave) y cada semana añades 10 burpees. Al principio lo asimilas, pero llega un momento que tu capacidad de adaptación se ve sobrepasada por el entrenamiento ya que tienes que hacer todos los días 100 burpees. Por eso, como fue mi caso, haces 100 burpees cada 3 días, luego te toca hacer 110 y los haces una vez a la semana costándote. Llega un momento en que son demasiados burpees (temperatura muy fría).
  • Depende mucho del lugar donde vivas. Si lo haces cerca de la costa quizá puedas aguantar sin mucho problema la temperatura a la que sale el agua. El diciembre tuve la suerte de estar en Tenerife, surfeé en el sur sin neopreno y me duché sin ningún problema con agua fría a diario. Claro, la temperatura del agua estaba por encima de 20ºC.
  • En cuanto a los beneficios subjetivos que he podido notar destacaría «lo bien que sienta» hasta temperaturas que de unos 12ºC, luego ya no sienta tan tan bien. En un caso que leí de otra persona, destacaba que le había aumentado la resistencia al estrés en general. No sé muy bien cómo se puede medir eso de manera objetiva, pero sí que podría decir que no va muy desencaminado, además tiene lógica. El propio Wim Hof, el del libro del Hombre de Hielo, se centra de manera principal en el factor mental de todo esto.
  • Desde el punto de vista evolutivo, tampoco tiene mucho sentido meterse en el agua con temperaturas invernales sino es por un buen motivo (pescar, cruzar un río por necesidad…). Creo que escuchando a nuestro cuerpo en este caso no iremos desencaminados.
  • Para terminar, un pequeño truco. Si ves que te cuesta mucho lo de meterte de golpe en la ducha fría, primero dúchate con agua bien caliente y cuando te veas preparado le das a la fría. Es más contraste, pero los días que no me apetecía ducharme con agua fría este truco me ayudó.

Espero que esta pequeña guía te sirva de ayuda y te anime a probar las duchas frías. Lo que no te mata te hace más fuerte, pero tampoco nos flipemos.