185. ¿Se puede subir un 2.000 descalzo?

Sí, se puede subir un pico de 2.000 metros descalzo. En este caso fue el pico Ocejón, de 2.049 m. Pero hay que decir que seguramente no todos se puedan hacer de esta manera y sobre todo dependerá muchísimo de la época del año.

En este artículo trato principalmente de dos cosas: la primera, mostrar que con una buena adaptación se pueden hacer cosas que en un principio parecen imposibles. La segunda, precisamente derivada de ésta, abrir la mente más allá de lo que nos cuentan o lo que tenemos como creencias, como que no se puede andar por el monte descalzo, ni mucho menos subir una montaña.

Advertencia

Lógicamente el ir al monte descalzo tiene sus limitaciones y empezaré por ahí, haciendo esta advertencia:

Andar descalzo por el monte requiere adaptación.  Si no tienes mucha experiencia puedes probar algún tramo en el que te veas cómodo (verde), pero no intentes hacer un recorrido completo que no conoces si no tienes experiencia. Aún así, por muy experimentado que seas SIEMPRE lleva calzado en la mochila por si las cosas se tuercen. Esto es vital en época de frío.

El Ocejón

El pico Ocejón es una de las montañas más emblemáticas y de las más altas de Guadalajara, con sus maravillosas vistas que ofrecen sus 2.049 metros. Tiene diferentes puntos desde donde subir hacen que sea una de las excursiones que hayamos hecho cualquiera de la zona a los que nos gusta salir a patear.

La subida la hicimos en familia desde Valverde de los Arroyos, con lo que la ruta son casi 13 km entre ida y vuelta. Salvamos unos 800 m de desnivel positivo entre el pueblo y la cima. La primera mitad de ésta es una subida bastante tendida, después cambia a una pendiente bastante acusada hasta llegar a la cima. Nos llevó unas 6 horas contando una paradilla para comer y las obligadas fotos en la cima.

Época del año

Hice la ascensión a principios de verano. Esto es fundamental a la hora de ir descalzo, a nadie con dos dedos de frente se le ocurre subir en enero con nieve y estar caminando durante 6 horas sin nada que nos proteja los pies. Aunque creo que estando muy bien adaptado (como Karim El Hayani) podría incluso no ser tan descabellado si lo hacemos corriendo.

Pero no estamos hablando de retos extremos, ni del hombre de hielo, simplemente de mostrar que con una preparación adecuada es perfectamente posible hacer este tipo de cosas con buen tiempo. Digo buen tiempo y no verano porque si hubiera sido en un día con sol y calor no hubiera podido hacerlo, ya que el suelo, sobre todo en la parte final, es de pizarra y no veas cómo se calienta con el sol 🙂 .

Red de seguridad

Por supuesto, en la mochila llevaba unas sandalias por si la cosa se torcía. En montaña no se juega. Se pueden intentar pequeños retos, pero sabiendo lo que hacemos. Insisto, ni se os ocurra hacer esto sin llevar algo de calzado por si acaso. Esto es obligatorio en invierno y en vez de llevar sandalias llevaríamos unas buenas botas. Ya hablé de esto cuando conté mi experiencia de Un invierno sin zapatos.

Además no se preveía ningún cambio de tiempo brusco ni tormentas.

Subida

Tengo que decir que no pensaba hacerlo descalzo, pero al salir de Valverde de los Arroyos hay una pradera fabulosa y no lo pude evitar: me descalcé. Y ya que estaba empecé así la ruta con idea de calzarme si iba incómodo. Así empecé, sin presiones y a disfrutar.

El camino tenía bastantes piedras, pero las que eran grandes también eran bastante planas y se podía pisar encima de forma muy cómoda. Las pequeñas y medianas estaban bastante metidas en el suelo, lo que hacía el camino aceptablemente cómodo a pesar de tanta piedra.

Este es más o menos el suelo que te vas a encontrar en el camino al Ocejón.

Por clasificarlo de forma más técnica, diría que la subida es azul, con alguna zona roja muy corta. (Si esto te suena a chino puedes echarle un vistazo al artículo friki Niveles de dificultad del terreno al ir descalzo).

En la última parte, al tener que ir más despacio y haber menos impacto, por poco que sea el que recibimos al ir andando, se iba más cómodo. Además hay pequeños regatos de agua que van paralelos a la senda de subida que hacen muy placentero el camino al ir metiendo los pies cuando apetece.

Me hizo gracia cruzarme con un corredor que bajaba con sandalias. Esa sonrisa cómplice que compartimos lo dice todo.

Por fin, en 3 horas y pico estábamos la familia al completo en la cima. La cara que pusieron un grupo bastante numeroso de excursionistas, equipados hasta los dientes con bastones, ropas de Goretex, súper botas de montaña, no tenía precio al ver llegar a un zumbao descalzo y sin camiseta corriendo a la cima detrás de dos niñas de 6 y 8 años, acompañados de mi mujer, por supuesto. Al ver la cima tan cerca salieron corriendo para arriba 🙂 .

De ellas sí que estoy orgulloso, muchísimo más de llegar ahí arriba descalzo o como sea, ¡menudas campeonas!

Bajada

Qué gusto empezar a bajar… al principio. Después de la cima sin problemas, el ritmo se acelera y el impacto con cada pisada se aumenta. Con la bajada voy notando los pies más cargados.

El detalle de cómo se va cansando el pie

Es curioso que lo que se nota es que la musculatura del pie se va cansando y ya no es capaz de dar el soporte necesario al pie. Después de eso las estructuras blandas de la planta del pie se van castigando y las piedras se notan más.

Es muy interesante, porque lo lógico sería pensar que estas partes blandas del pie entre su estructura ósea y el suelo se irán castigando progresivamente. Pero no ocurre esto hasta que la musculatura del pie y de la pantorrilla (el sóleo principalmente) se va agotando. Es decir, lo que más protege es tener un pie fuerte.

En la segunda parte de la bajada iba bastante incómodo y empecé a notar que me iba quedando atrás. Así que, me calcé las sandalias y… ¡qué maravilla! eso sí que es protección 🙂 Para que veas que todo es relativo.

Espero que esta pequeña experiencia te ayude a abrir la mente y a descalzarte, aunque sea por casa para que empieces a fortalecer tus pies, quizá también te anime a hacerte tus propias huaraches y si te pica el gusanillo, quien sabe, quizá algún día nos cruzaremos por el monte descalzos 🙂